En Dinamarca existen ya 29 plantas destinadas a la quema de la basura doméstica y residuos industriales, que funcionan en 98 municipios de este país, y hay 10 más previstas o en construcción. En toda Europa hay unas 400 instalaciones, y Dinamarca, Alemania y Holanda encabezan el grupo de países que están ampliándolas o construyendo otras nuevas.
Estas instalaciones transforman la basura local en calor y electricidad, constituyéndose en un pilar para la eliminación de residuos a la vez que en una fuente de combustible crucial para toda Dinamarca, desde las urbanizaciones de lujo como Horsholm hasta el centro de Copenhague. Su uso no sólo ha reducido el gasto energético del país y su dependencia del petróleo y el gas, sino que también ha sido beneficioso para el medio ambiente, ya que ha disminuido el uso de vertederos y se han recortado las emisiones de dióxido de carbono.
Muchos países que están ampliando sus instalaciones para la conversión de residuos en energía suelen tener las tasas de reciclaje más altas; sólo se quema el material que no puede reciclarse. En Horsholm sólo el 4% de los residuos van a vertedero, el 61% se recicla y el 34% se incinera en centrales de conversión de la basura en energía.
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